María Negroni, escritora: «La escritura no cierra nada, los libros terminan arbitrariamente»

Aprovechando la publicación en España de ‘Colección permanente’ (Random House), de María Negroni, recuperamos una conversación de la autora con Malena Rey en Museo Malba

María Negroni, escritora: «La escritura no cierra nada, los libros terminan arbitrariamente»

Cuando María Negroni afirma que «en la casa de la infancia no hay libros», está revelando mucho más que un recuerdo personal. Esta frase, que abre su celebrado libro El corazón del daño, condensa la esencia de una escritora que ha hecho de la ausencia y la búsqueda su motor creativo. En una conversación con Malena Rey en el ciclo Conversaciones del MALBA, Negroni despliega el mapa de una obra tan vasta como coherente, donde la poesía, el ensayo y la narrativa se entrelazan formando un universo único.

«Para alguien que escribe hay como un doble origen. Uno es la voz de la madre, la lengua materna, que además no solamente es la lengua que nos enseña la madre cuando nacemos, es también los ruidos, el latido del corazón que escuchamos en el útero», explica Negroni. «Y por otro lado, la biblioteca. No hay escritura sin otros libros, porque la literatura se hace con la literatura». Esta doble genealogía atraviesa toda su producción, desde sus primeros poemarios hasta sus obras más recientes, tejiendo una reflexión constante sobre el acto de escribir y sus condiciones de posibilidad.

Nacida en Rosario, Negroni estudió Derecho antes de trasladarse a Nueva York a finales de los años 80, donde realizó un doctorado en literatura latinoamericana en la Universidad de Columbia y ejerció como profesora en el Sarah Lawrence College hasta 2013. Su obra, traducida a numerosas lenguas, le ha valido reconocimientos como la beca Guggenheim y el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI. Sin embargo, lejos de cualquier solemnidad académica, la autora confiesa: «La verdad, no sé. No puedo contestar cómo lo hice», cuando intenta explicar el proceso de escritura de El corazón del daño.

Durante la entrevista, Negroni revela su fascinación por el imaginario gótico, explorado en profundidad en obras como Museo Negro (1998) y Galería Fantástica (2009). «Mi acercamiento al gótico no tiene nada que ver con lo que está de moda ahora», aclara. «Mi lectura del gótico es que surge como una fisura negra, como un recordatorio de que hay algo que ustedes no están teniendo en cuenta, que es, básicamente, el deseo. Y el deseo es, por definición, algo que no se puede controlar, que no se puede amaestrar, que no se puede domesticar. Ese es el lugar de la poesía». Esta interpretación del gótico como metáfora del quehacer poético resulta particularmente iluminadora para entender su obra.

Otro aspecto fundamental en la literatura de Negroni es su peculiar relación con el orden y la clasificación. Sus libros Pequeño mundo ilustrado, Museo Negro y Galería Fantástica funcionan como colecciones o catálogos, intentos de ordenar el caos. «¿Por qué ordenamos las cosas?», se pregunta. «Un museo, este mismo donde estamos, cualquier museo del mundo, son intentos de ordenar el caos. El museo da como una especie de ilusión de que ese caos tiene un sentido, que tiene un orden, que se lo puede apreciar en forma cronológica, y también que esas obras van a permanecer, que es la vieja ilusión de lo eterno». Esta tensión entre el caos de la existencia y el intento humano de sistematizarlo recorre toda su obra, convirtiéndola en una suerte de cartografía de lo imposible.

A lo largo de la conversación, Negroni reflexiona también sobre los desafíos específicos que enfrenta una mujer al escribir: «Los desafíos que implica escribir para una mujer no son los mismos que para un hombre. No estoy diciendo que exista una escritura femenina, digo que la mujer, por ser mujer todavía hoy, tiene ciertas cuestiones... Cuando estaba en Nueva York explorando la ciudad y feliz de todo eso, pero al mismo tiempo tenía que ocuparme de los niños pequeños, tenía que ir al supermercado, quería ir al gimnasio, quería tener una vida sexual más o menos razonable, tenía como muchas áreas que atender. Y decía, ¿cómo hago para hacer Baudelaire?». Una reflexión que resuena con especial fuerza en tiempos donde el debate sobre la literatura escrita por mujeres sigue más vivo que nunca.

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