«En el mundo no hay nada más sólido que un caparazón hecho de miedos acumulados». Guía para entrarle a la monumental 'Vida y destino', de Vasili Grossman
Coordenadas y aspectos clave de una de esas obras que todo el mundo debería leer, en traducción de Marta Rebón para GalaxiaGutenberg

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1. Resumen extendido
El libro Vida y destino de Vasili Grossman, según el extenso extracto proporcionado, se desarrolla en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, centrándose principalmente en la Unión Soviética durante la batalla de Stalingrado y el Holocausto. La narrativa se despliega a través de múltiples líneas argumentales y personajes, ofreciendo un panorama vasto y complejo de la vida bajo los totalitarismos nazi y estalinista.
La PRIMERA PARTE comienza con una descripción sombría de un campo de concentración alemán. La niebla, las líneas rectas de las alambradas y los barracones simbolizan la deshumanización y la aniquilación de la individualidad: «Todo lo que vive es irrepetible. Es inconcebible que dos seres humanos, dos arbustos de rosas silvestres sean idénticos... La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia». Se introduce a Mijaíl Sídorovich Mostovskói, un viejo bolchevique ruso, prisionero político. En el campo, conviven personas de múltiples nacionalidades y profesiones, unidas por un destino común y diferenciadas solo por el color de la franja de tela en sus chaquetas. Grossman detalla la jerarquía interna del campo, donde los prisioneros comunes (criminales) a menudo tienen poder sobre los políticos, y cómo el sistema nazi se apoya en los propios prisioneros para mantener el orden y la producción. Mostovskói reflexiona sobre la naturaleza del nacionalsocialismo, que se presenta como plebeyo y conocedor del alma del pueblo al que oprime. Se narra su arresto cerca de Stalingrado en agosto de 1942 junto a la médico militar Sofia Ósipovna Levinton, y su posterior traslado al campo.
En el bloque especial del campo, Mostovskói interactúa con otros prisioneros. Destaca el sacerdote italiano Guardi, con quien comparte catre y mantiene conversaciones sobre la fe y la política. Guardi muestra una dualidad entre su comportamiento diurno, pragmático, y su devoción nocturna. Otro personaje clave es Ikónnikov-Morzh, un ex tolstoísta considerado un «yuródivi» (loco santo). Ikónnikov debate con Mostovskói sobre la naturaleza del bien y la bondad, cuestionando la justificación de la violencia en nombre de un bien mayor: «Yo no creo en el bien, creo en la bondad». Su filosofía se basa en la compasión universal, incluso hacia los pecadores, citando: «Condena el pecado y perdona al pecador». Ikónnikov ha sido testigo de atrocidades tanto soviéticas (la colectivización, la deskulakización) como nazis (el exterminio de judíos), lo que le ha llevado a una crisis de fe y a una moralidad particular. También aparece Chernetsov, un menchevique tuerto que huyó de la URSS en 1921 y que representa otra voz crítica al bolchevismo. Mostovskói, a pesar de su firmeza ideológica, experimenta dudas internas y una sensación de extrañeza respecto a sus propios camaradas y a partes de su propia alma, recordando con dolor la ejecución de Bujarin. El mayor Yershov, «el director de conciencias» de los prisioneros de guerra soviéticos, se convierte en una figura central de la resistencia interna, aunque Mostovskói mantiene ciertas reservas sobre él.
La narrativa se traslada al frente de Stalingrado, al puesto de mando del 62.º Ejército, dirigido por Chuikov, con Krilov como jefe de Estado Mayor y Gúrov como miembro del Consejo Militar. Se describen los días más duros de la batalla, la constante presión alemana, los bombardeos y la sensación de aislamiento. Un episodio dramático es el incendio de los depósitos de petróleo, que casi aniquila al Estado Mayor. La descripción del fuego es apocalíptica: «La vida que reinaba sobre la Tierra cientos de millones de años antes, la burda y terrible vida de los monstruos primitivos, se había liberado de las remotas fosas sepulcrales y rugía de nuevo». A pesar de las pérdidas, el mando sobrevive. La importancia de los refugios en Stalingrado se subraya como un elemento crucial para la supervivencia.
A Stalingrado llega el comisario Krímov, exmarido de Yevguenia Sháposhnikova, con la misión de resolver disputas internas en un regimiento de la división de Rodímtsev. Su llegada coincide con un ataque alemán al puesto de mando de Rodímtsev, y Krímov se ve envuelto en un combate cuerpo a cuerpo. Esta experiencia le provoca una profunda reflexión sobre la naturaleza del combate, la percepción del tiempo y la transformación del «nosotros» en «yo» en momentos críticos. Tras la batalla, la música de un violín tocada por un peluquero del regimiento, Rubínchik, le evoca pensamientos sobre su soledad, su ruptura con Zhenia y la naturaleza efímera del «tiempo» de un hombre y de un Estado: «Nada es más duro que ser hijastro del tiempo. No hay destino más duro que sentir que uno no pertenece a su tiempo».
Se introduce la familia Shtrum. Liudmila Nikoláyevna Sháposhnikova vive en Kazán, evacuada con su marido, el físico Víktor Pávlovich Shtrum, su hija Nadia, y su madre, Aleksandra Vladímirovna. La principal angustia de Liudmila es la ausencia de noticias de su hijo Tolia, teniente de artillería en el frente. La vida en evacuación está marcada por las dificultades materiales, las cartillas de racionamiento y las tensiones familiares. Nadia es una adolescente inteligente y crítica, a menudo en conflicto con sus padres. Aleksandra Vladímirovna, a pesar de su edad y las pérdidas sufridas (su hijo Mitia en un campo, su hija Marusia muerta en un bombardeo), mantiene una notable fortaleza y un interés por la vida. Víktor Shtrum, por su parte, está absorto en su trabajo científico, que atraviesa una crisis. Se siente incomprendido y aislado, especialmente en su relación con Liudmila, con quien ya no comparte sus pensamientos más íntimos. La preocupación por su madre, Anna Semiónovna, atrapada en territorio ocupado por los alemanes, le atormenta. La novela intercala la extensa y conmovedora carta de Anna Semiónovna a su hijo Víktor, escrita desde el gueto judío antes de su exterminio. La carta detalla la brutalidad de la ocupación nazi, el antisemitismo, la vida en el gueto, la pérdida de la dignidad y la lucha por la supervivencia, pero también momentos de humanidad y bondad inesperada. Describe la progresiva deshumanización y la marcha hacia la cámara de gas. Esta carta es uno de los puntos culminantes de la primera parte, ofreciendo un testimonio directo del Holocausto: «Yo nunca me he sentido judía... Y ahora, en estos días terribles, mi corazón se colma de ternura maternal hacia el pueblo judío. Nunca antes había conocido ese amor». La carta finaliza con una despedida desgarradora: «Vive, vive, vive siempre... MAMÁ».
Tras leer la carta, Shtrum se sume en profundas reflexiones sobre el antisemitismo, la naturaleza del fascismo y su terrible parecido con ciertos principios de la física contemporánea en cuanto al tratamiento de las masas y la negación de la individualidad. Se siente solo, sin nadie con quien compartir sus pensamientos más profundos. Poco después, Liudmila recibe una carta informando que Tolia está gravemente herido en un hospital en Sarátov. A pesar de la gravedad, la noticia de que está vivo la llena de una felicidad momentánea. Liudmila emprende un arduo viaje a Sarátov. En el barco, observa con desdén a los funcionarios evacuados y sus familias, que parecen ajenos al sufrimiento de la guerra. Su experiencia en el viaje le revela la solidaridad entre la gente común. Al llegar al hospital, se entera de que Tolia ha muerto tras una complicada operación. El comisario del batallón, Shimanski, y el cirujano Máizel le explican las circunstancias. Liudmila visita la tumba de Tolia en el cementerio, donde experimenta un dolor profundo y una conexión trascendental con su hijo. Sus reflexiones sobre la vida, la muerte y la memoria de Tolia son intensas y conmovedoras. Al regresar a Kazán, Liudmila parece haber cambiado; se vuelve más delgada y absorta en una tristeza silenciosa, aunque sigue cumpliendo con sus tareas domésticas.
Paralelamente, se desarrolla la historia de Dementi Trífonovich Guétmanov, secretario de un obkom ucraniano, nombrado comisario de un cuerpo de tanques en formación en los Urales. Se muestra su vida familiar en Ufá, su relación con su esposa Galina Teréntievna y sus influyentes amigos del aparato del Partido. Las conversaciones revelan la mentalidad burocrática, el arribismo, el antisemitismo latente y la omnipresencia de la figura de Stalin. Guétmanov es un hombre pragmático, consciente del poder y de la importancia de la «confianza del Partido». Se preocupa por su nueva asignación y por el comandante del cuerpo, el coronel Nóvikov, a quien aún no conoce pero sobre quien ya tiene información. La despedida de Guétmanov de su familia muestra un lado más humano, su profundo amor por sus hijos.
Yevguenia Nikoláyevna Sháposhnikova (Zhenia), hermana de Liudmila, se encuentra en Kúibishev, evacuada. Vive con una anciana alemana, Jenny Guenríjovna, antigua institutriz de la familia. La vida en el apartamento comunal es un microcosmos de la sociedad soviética en guerra. Jenny Guenríjovna es deportada por ser alemana, y Zhenia se queda sola. Lucha por obtener el permiso de residencia, enfrentándose a la burocracia kafkiana personificada en Grishin, el jefe de la sección de pasaportes. A través de la intervención de un conocido literato moscovita, Limónov, finalmente lo consigue. Zhenia mantiene una relación compleja con el recuerdo de su exmarido Krímov y con el coronel Nóvikov, a quien conoció en Stalingrado. La llegada de Nóvikov a Kúibishev marca un punto de inflexión. Pasan una noche juntos, y su relación se profundiza, aunque Zhenia sigue atormentada por sus sentimientos hacia Krímov y su reciente arresto. Nóvikov le propone matrimonio. La partida de Nóvikov hacia el frente de Stalingrado deja a Zhenia en un estado de incertidumbre emocional.
La narrativa vuelve al campo de concentración alemán. Yershov revela a Mostovskói su plan para organizar una resistencia clandestina en los campos, con el objetivo final de una sublevación general. Mostovskói se une a la causa. Se discuten las personalidades de otros posibles miembros del Estado Mayor clandestino: el general Gudz, el comisario Ósipov, el coronel Zlatokrilets y el mayor Kiríllov, cada uno con sus fortalezas y debilidades. Mostovskói, sin embargo, es arrestado por la Gestapo tras desaparecer unos papeles que le había entregado Ikónnikov. En su celda de aislamiento, sufre un ataque al corazón y reflexiona sobre su vida. Recibe un mensaje de Yershov a través de un prisionero que trabaja en el baño, junto con azúcar, tocino y material para escribir una octavilla. Mostovskói es llevado ante el Obersturmbannführer Liss, un oficial de las SS con inclinaciones teóricas. Liss entabla una conversación filosófica con Mostovskói, argumentando una siniestra afinidad entre el nacionalsocialismo y el comunismo estalinista, ambos sistemas totalitarios que operan con masas y niegan la individualidad: «Cuando nos miramos el uno al otro, no sólo vemos un rostro que odiamos, contemplamos un espejo. Ésa es la tragedia de nuestra época». Liss intenta quebrar la fe de Mostovskói, sugiriendo que el terror y la aniquilación de la libertad son inherentes a ambos sistemas. Mostovskói, aunque inicialmente perturbado por algunas verdades incómodas que Liss parece tocar, reafirma su fe bolchevique y rechaza las tesis de Liss. Liss le muestra los papeles de Ikónnikov, que contienen reflexiones sobre la naturaleza del bien y la bondad, diferenciando el «bien» ideológico y a menudo violento, de la «bondad» cotidiana, humana y sin sentido, que Ikónnikov considera la verdadera esencia de lo humano. Mostovskói desprecia estas ideas como sentimentalismo, pero la conversación con Liss y la lectura posterior de los escritos de Ikónnikov le dejan profundamente turbado.
En el campo, la organización clandestina sufre un revés: Yershov es trasladado a Buchenwald por decisión del comité comunista del campo, liderado por Ósipov, quien considera a Yershov un elemento incontrolable y «no de los suyos». Ikónnikov es ejecutado por negarse a trabajar en la construcción de las cámaras de gas. Mostovskói, a pesar de todo, se somete a la disciplina del Partido y continúa escribiendo octavillas. Finalmente, un documento de los archivos de la Gestapo revela que Mostovskói fue ejecutado junto con otros miembros de la organización clandestina.
La narrativa se desplaza a un campo de trabajo soviético en el norte, donde se encuentra Abarchuk, el primer marido de Liudmila. Sufre ataques de angustia y reflexiona sobre su vida, su fe comunista y su hijo Tolia, a quien desearía haber inculcado los ideales del Partido. Se encuentra con un viejo camarada y maestro, Magar, recién llegado al campo. Magar, moribundo, le confiesa su desilusión con la Revolución, afirmando que se equivocaron al aplastar la libertad y que su fe inquebrantable en el Partido era una forma de autoengaño. Abarchuk rechaza violentamente estas ideas, reafirmando su lealtad. Magar se suicida. Abarchuk, a pesar de su crisis interna, decide denunciar a un criminal, Bárjatov, que roba herramientas y asesinó al médico Rubin, reafirmando así su derecho a juzgar y su identidad comunista. Sin embargo, la conversación con Magar le ha dejado una profunda herida.
Se describe el apogeo del poder nazi en el otoño de 1942 y la decisión de Hitler de aniquilar a la nación judía. Se presenta una detallada y espeluznante descripción del proceso de exterminio en un campo, desde la llegada de los trenes hasta la cámara de gas. Se sigue a Sofia Ósipovna Levinton en su último viaje. En el vagón de ganado, entre el hedor y el sufrimiento, redescubre su identidad judía y siente una profunda ternura por su pueblo. Entabla una relación maternal con un niño llamado David. La descripción de la llegada al campo de exterminio, la selección, la música de la orquesta de prisioneros, el desnudamiento y la entrada en la cámara de gas es uno de los pasajes más terribles y conmovedores. David, aferrado a Sofía Ósipovna, observa el horror con los ojos de un niño. Sofía muere pensando: «Soy madre». Grossman reflexiona sobre la sumisión de las masas ante la violencia totalitaria, pero también sobre la invencibilidad del instinto de libertad humano.
La ofensiva soviética en Stalingrado se pone en marcha. Se describe la preparación secreta y la concentración de tropas. El cuerpo de tanques de Nóvikov participa en el ataque desde el sur. Nóvikov, a pesar de la presión de Guétmanov y Neudóbnov, y de sus propias ambiciones, retrasa momentáneamente el avance para minimizar pérdidas, ejerciendo su «derecho a pensárselo dos veces». La ofensiva es un éxito y las tropas alemanas son cercadas. El extracto describe la euforia de los soldados soviéticos y la desolación de los alemanes. Hitler ordena a Paulus resistir en la «Fortaleza Stalingrado», sellando el destino del 6.º Ejército. Se narra la rendición de Paulus y la liberación de Stalingrado. La ciudad, capital mundial de la guerra, queda en ruinas, pero un nuevo tipo de vida comienza a surgir. Se relata un incidente donde un coronel soviético golpea a un prisionero alemán indefenso, y Darenski, un oficial inspector, interviene, mostrando un atisbo de humanidad en medio de la brutalidad. Darenski se reencuentra con Nóvikov, y mantienen una conversación sobre la guerra, la política y sus vidas personales. Nóvikov recibe una carta de Zhenia donde ella, aunque le expresa su amor, le confiesa que no puede olvidar a Krímov y que su vida pasada es más fuerte. Nóvikov, desolado, rompe sus cartas y fotografías, pero el dolor persiste.
Shtrum, tras la llamada de Stalin, experimenta un cambio radical en su fortuna. Es colmado de honores y recursos. Sin embargo, se le pide que firme una carta colectiva denunciando a científicos occidentales y justificando la represión de médicos judíos acusados de conspiración (el «Complot de los Médicos»). A pesar de su repugnancia inicial y su conciencia de la falsedad de las acusaciones, Shtrum, temiendo perderlo todo de nuevo y cediendo a la presión del Estado y a su propia debilidad, firma la carta. Este acto le sume en una profunda crisis moral. Se siente avergonzado ante su familia y amigos, especialmente ante Maria Ivánovna Sokolova, con quien ha desarrollado un amor secreto y puro. Su triunfo científico se ve empañado por su claudicación moral. La novela parece explorar la idea de que la libertad interior es más difícil de mantener que la resistencia física.
La última sección del extracto se centra en la vida de Semiónov, el chófer que fue hecho prisionero junto a Mostovskói y Levinton. Logra escapar de un convoy de prisioneros y es acogido por una vieja campesina ucraniana, Jristia Chuniak, quien le salva la vida a pesar de su propia miseria y los recuerdos dolorosos de la colectivización y la hambruna de los años 30, en la que los funcionarios soviéticos, como Semiónov (moscovita), jugaron un papel opresor. La relación entre ellos es parca en palabras, pero cargada de una humanidad fundamental. La novela cierra esta sección con la imagen de una pareja (presumiblemente Beriozkin y su esposa, o una escena simbólica de reconciliación y esperanza) en un bosque primaveral, sugiriendo la persistencia de la vida y el amor a pesar de la devastación.
A lo largo de todo el extracto, Grossman intercala profundas reflexiones filosóficas sobre la naturaleza del bien y el mal, la libertad, el totalitarismo, el antisemitismo, la guerra, la ciencia y la condición humana. La narrativa es polifónica, dando voz a una multitud de personajes de diferentes estratos sociales y nacionalidades, cuyas vidas se entrelazan en el gran tapiz de la historia. La obra se perfila como una crítica implacable no solo al fascismo nazi, sino también al totalitarismo estalinista, mostrando sus similitudes en la opresión del individuo y la negación de la libertad.
2. Análisis de personajes
Mijaíl Sídorovich Mostovskói: Un viejo bolchevique, prisionero en un campo de concentración alemán. Representa la vieja guardia revolucionaria, con una fe inquebrantable en el comunismo leninista, aunque atormentado por dudas internas, especialmente tras la ejecución de Bujarin y las realidades del estalinismo. Su encarcelamiento le obliga a confrontar la naturaleza del fascismo y, a través de sus interacciones con otros prisioneros como Ikónnikov y Liss, a cuestionar (aunque sea brevemente y con horror) las bases de su propia ideología. Es un hombre de principios, valiente, pero también dogmático. Intenta organizar la resistencia en el campo. Su arco es trágico: su fe es puesta a prueba hasta el límite, y su lucha por mantenerla intacta frente a las revelaciones de Liss y la realidad del campo es central. Finalmente, es ejecutado, manteniendo su lealtad al Partido, aunque con una comprensión más matizada y dolorosa de la realidad.
Víktor Pávlovich Shtrum: Un brillante físico nuclear judío, evacuado a Kazán. Es un intelectual complejo, lleno de contradicciones. Ama profundamente la ciencia, que considera una búsqueda de la verdad y la belleza. Su trabajo sobre la estructura del átomo es revolucionario. Sin embargo, es socialmente torpe, a menudo egoísta en sus relaciones personales, y sufre un profundo conflicto interno relacionado con su identidad judía (especialmente tras recibir la carta de su madre), su papel como científico en un estado totalitario, y su conciencia moral. La llamada de Stalin le otorga un poder y una libertad científica sin precedentes, pero le enfrenta a un dilema moral devastador cuando se le pide firmar una carta difamatoria. Su claudicación marca un punto de inflexión, revelando la fragilidad de la libertad individual frente al poder estatal. Su relación con su esposa Liudmila es tensa, y encuentra una conexión más profunda, aunque no consumada, con Maria Ivánovna Sokolova.
Liudmila Nikoláyevna Sháposhnikova: Esposa de Víktor Shtrum. Es una mujer fuerte, a menudo severa y crítica, pero profundamente afectada por la guerra y las pérdidas familiares, especialmente la muerte de su hijo Tolia. Su viaje a Sarátov para ver a Tolia y su posterior duelo son momentos de gran intensidad emocional. Su relación con Víktor está marcada por la incomprensión mutua y el desgaste. Aunque puede parecer insensible, sufre en silencio y busca consuelo en la amistad con Maria Ivánovna. Representa la resiliencia y el dolor de las mujeres en la retaguardia. Su evolución se centra en la gestión del duelo y la redefinición de sus afectos en un mundo desmoronado.
Yevguenia Nikoláyevna Sháposhnikova (Zhenia): Hermana menor de Liudmila. Es una mujer independiente, artista, que busca su propio camino. Su vida amorosa es complicada: está separada de su exmarido, el comisario Krímov, y se enamora del coronel Nóvikov. Su personaje explora los temas de la libertad personal, el amor y la lealtad en tiempos de guerra. La detención de Krímov la sume en una crisis, obligándola a confrontar sus sentimientos y responsabilidades. Es impulsiva y apasionada, pero también capaz de una profunda compasión. Su lucha por obtener el permiso de residencia en Kúibishev ilustra la opresión burocrática del sistema soviético.
Coronel Piotr Pávlovich Nóvikov: Comandante de un cuerpo de tanques. Es un militar competente y valiente, pero también un hombre con una profunda vida interior. Su amor por Yevguenia Sháposhnikova es una fuerza motriz en su vida. A diferencia de otros oficiales, muestra momentos de humanidad y duda, como cuando retrasa un ataque para salvar vidas. Su relación con el comisario Guétmanov es tensa, representando el conflicto entre la eficiencia militar y la injerencia política. La carta de Zhenia, donde ella expresa su incapacidad para olvidar a Krímov, le causa un profundo dolor, revelando su vulnerabilidad a pesar de su exterior duro.
Dementi Trífonovich Guétmanov: Comisario político asignado al cuerpo de tanques de Nóvikov. Es un apparátchik consumado, representante del poder del Partido. Es astuto, ambicioso y pragmático, con un profundo conocimiento de cómo funciona el sistema. Aunque puede mostrar un lado humano, especialmente con su familia, su lealtad principal es hacia el Partido y sus propios intereses. Sus discursos y acciones a menudo revelan el cinismo y la hipocresía del régimen estalinista. Su relación con Nóvikov es compleja, mezclando admiración por su competencia militar con desconfianza y deseo de control.
Nikolái Grigórievich Krímov: Exmarido de Zhenia, comisario del Ejército Rojo. Es un bolchevique convencido, aunque su fe se ve sacudida por los acontecimientos. Su misión en Stalingrado y su posterior arresto y encarcelamiento en la Lubianka son fundamentales para explorar la naturaleza represiva del estalinismo. Los interrogatorios a los que es sometido revelan la maquinaria de terror del Estado, capaz de quebrar a los hombres más firmes. Su amor no resuelto por Zhenia y su trágico destino (aunque el extracto no lo concluye) lo convierten en una figura patética y representativa de los revolucionarios purgados.
Sofia Ósipovna Levinton: Médico militar judía, amiga de Zhenia. Es arrestada junto a Mostovskói y deportada a un campo de exterminio. Su viaje en el vagón de ganado y su experiencia en la antesala de la cámara de gas son un testimonio desgarrador del Holocausto. A través de ella, Grossman explora la dignidad humana frente a la barbarie, el redescubrimiento de la identidad judía y la capacidad de compasión incluso en las circunstancias más extremas. Su adopción simbólica del niño David en los últimos momentos de su vida es un acto de profunda humanidad.
Ikónnikov-Morzh: Prisionero en el campo alemán, ex tolstoísta. Es un personaje filosófico central, que articula la distinción entre el «bien» ideológico (a menudo violento y totalitario) y la «bondad» humana, espontánea y sin sentido. Sus escritos, leídos por Mostovskói, ofrecen una alternativa moral a las grandes narrativas ideológicas. Su negativa a participar en la construcción de las cámaras de gas y su consecuente ejecución lo convierten en un mártir de la conciencia individual.
Obersturmbannführer Liss: Oficial de las SS en el campo de concentración alemán, encargado de interrogar a Mostovskói. Es un intelectual nazi, que intenta seducir ideológicamente a Mostovskói argumentando una afinidad esencial entre el nazismo y el estalinismo como sistemas totalitarios. Sus conversaciones con Mostovskói son un duelo filosófico que pone al descubierto las contradicciones y horrores de ambas ideologías. Representa la perversión de la inteligencia al servicio de un sistema criminal.
Stepán Fiódorovich Spiridónov: Director de la central eléctrica de Stalingrado, viudo de Marusia (hermana de Liudmila y Zhenia) y padre de Vera. Es un hombre práctico y trabajador, que intenta mantener la central en funcionamiento bajo los bombardeos. La guerra le arrebata a su esposa y le enfrenta a la difícil situación de su hija embarazada. Su posterior degradación por abandonar la central (aunque ya destruida y justo antes de la contraofensiva) ilustra la crueldad e injusticia del sistema burocrático.
Vera Spiridónova: Hija de Stepán Fiódorovich y Marusia. Joven enfermera en Stalingrado, se enamora del piloto Víktorov y queda embarazada. Su historia representa la persistencia de la vida y el amor en medio de la guerra. Su negativa inicial a abandonar Stalingrado y su posterior parto en condiciones precarias muestran su fortaleza y determinación. Es un símbolo de esperanza y continuidad.
Aleksandra Vladímirovna Sháposhnikova: Matriarca de la familia Sháposhnikov, madre de Liudmila, Zhenia, Marusia y Mitia. Es una mujer de gran fortaleza moral e inteligencia, que ha vivido las vicisitudes de la historia rusa. A pesar de sus propias pérdidas y sufrimientos, conserva una profunda humanidad y una visión crítica de la realidad. Es un pilar para su familia y una observadora lúcida de los acontecimientos. Su personaje encarna la sabiduría y la resistencia del pueblo ruso.
Abarchuk: Primer marido de Liudmila, padre de Tolia. Prisionero en un campo de trabajo soviético. Es un comunista convencido cuya fe es puesta a prueba por las brutalidades del Gulag y el encuentro con su antiguo camarada Magar, quien ha perdido toda fe. Su dilema entre la lealtad al Partido y la terrible realidad que experimenta es central en su arco narrativo. Su decisión final de denunciar a un criminal, aunque motivada por un deseo de reafirmar su identidad comunista, es ambigua.
David: Niño judío que viaja con Sofía Levinton hacia la cámara de gas. Su inocencia y su miedo contrastan con la brutalidad del exterminio. A través de sus ojos infantiles y sus recuerdos fragmentados de una vida normal antes de la guerra, Grossman intensifica el horror del Holocausto. Su apego final a Sofía Levinton es un símbolo de la necesidad humana de conexión y consuelo ante la muerte.
3. Estilo y tono narrativo
El estilo narrativo de Vasili Grossman en Vida y destino, a juzgar por el extenso extracto, es predominantemente realista, con una fuerte impronta épica que recuerda a la tradición de la gran novela rusa, en particular a Tolstói en Guerra y paz. El narrador es omnisciente en tercera persona, lo que le permite moverse con fluidez entre múltiples personajes, escenarios (el frente, los campos de concentración nazis y soviéticos, la retaguardia, los altos mandos) y niveles de conciencia, desde las reflexiones íntimas de un personaje hasta las descripciones panorámicas de batallas o procesos históricos.
El lenguaje es directo, preciso y, en general, despojado de adornos literarios excesivos, lo que concuerda con la petición al editor técnico de no usar estilo. Sin embargo, esta sobriedad no impide que Grossman alcance momentos de gran intensidad lírica y emotiva, especialmente en las descripciones de la naturaleza, el sufrimiento humano o las reflexiones filosóficas. Por ejemplo, la descripción del incendio de los depósitos de petróleo en Stalingrado: «La vida que reinaba sobre la Tierra cientos de millones de años antes, la burda y terrible vida de los monstruos primitivos, se había liberado de las remotas fosas sepulcrales y rugía de nuevo, pisoteando todo a su paso con sus enormes patas, lanzando alaridos, fagocitando con avidez todo a su alrededor». Esta capacidad para combinar el detalle realista con una visión casi metafísica es una característica distintiva.
El tono narrativo es predominantemente grave y reflexivo, a menudo teñido de una profunda tristeza y compasión por el destino de sus personajes y por la condición humana en general. No obstante, también hay momentos de ironía sutil, especialmente al describir la burocracia, las justificaciones ideológicas o las debilidades de los personajes en el poder. Grossman no juzga explícitamente a la mayoría de sus personajes, sino que los presenta con sus contradicciones, permitiendo que el lector saque sus propias conclusiones. Un ejemplo de esta contención se ve en la descripción de las motivaciones de Kaltluft, el jefe del Sonderkommando: «Si Kaltluft hubiera tenido que responder ante un tribunal divino, habría justificado su alma contando de manera sincera que sólo el destino le había empujado a ser un verdugo...». Grossman expone la autojustificación sin validarla ni condenarla directamente en ese instante, dejando que el peso de los hechos hable por sí mismo.
El ritmo de la narración es variable. Las escenas de batalla o los momentos de crisis personal suelen ser intensos y de ritmo rápido, mientras que las secciones dedicadas a las reflexiones filosóficas de personajes como Mostovskói, Ikónnikov o Shtrum, o las disquisiciones del narrador sobre temas como el antisemitismo o el totalitarismo, son más pausadas y analíticas. Los diálogos son realistas y funcionales, sirviendo para revelar el carácter de los personajes, sus conflictos y las dinámicas sociales. No son especialmente estilizados, sino que buscan la verosimilitud. Por ejemplo, la conversación entre Nóvikov y Darenski tras la borrachera: «—Bueno, bueno, seré malo, seré un grosero, pero no hace falta que nadie me dé lecciones. Y además, teniente coronel, ¿por qué me tuteas? ¿Acaso es eso lo que dice el reglamento? —¡Así que ésas tenemos! —exclamó Darenski».
La estructura formal del libro, dividido en tres partes y numerosos capítulos, permite al autor manejar la vasta cantidad de material y las múltiples líneas argumentales. Los capítulos a menudo se centran en un personaje o un grupo de personajes específicos, alternando entre los diferentes escenarios de la guerra y la vida civil. Hay saltos temporales implícitos, aunque el extracto se centra principalmente en el periodo de 1942-1943. Grossman utiliza con frecuencia el contraste irónico, como la música de la orquesta en el campo de exterminio justo antes de la selección para las cámaras de gas, o la banalidad de las conversaciones de los oficiales alemanes en el hospital mientras la batalla ruge fuera. Un recurso estilístico notable es la inserción de documentos o narraciones en primera persona, como la extensa carta de la madre de Shtrum, que proporciona un cambio de perspectiva y un impacto emocional directo.
El estilo de Grossman, aunque con una voz propia inconfundible, comparte con Solzhenitsyn (si bien Grossman escribió antes, pero su obra fue conocida después) una preocupación por la verdad testimonial y una crítica profunda al totalitarismo. La minuciosidad en la descripción de los mecanismos de opresión y la vida en los campos (tanto nazis como soviéticos, aunque el extracto se centra más en los primeros y en el Gulag a través de Abarchuk) es una constante. El autor no teme abordar temas filosóficos complejos directamente en la narración, integrándolos en la experiencia de los personajes o a través de la voz del narrador, como en las reflexiones sobre la bondad de Ikónnikov o las disquisiciones sobre el antisemitismo y la libertad.
4. Estructura narrativa
La estructura narrativa de Vida y destino, según se desprende del índice y el contenido del extracto, es compleja y polifónica, organizada en tres grandes partes. Dentro de estas partes, la narración se articula a través de numerosos capítulos que suelen enfocarse en diferentes personajes y líneas argumentales, alternando escenarios y perspectivas de manera constante. Esta estructura fragmentada, que salta de un campo de concentración alemán al frente de Stalingrado, a la vida de evacuados en Kazán, a un campo de trabajo soviético o a los preparativos para el exterminio en masa, crea un vasto mosaico que refleja la totalidad de la experiencia bélica y totalitaria.
Una característica estructural clave es la alternancia entre lo épico y lo íntimo. Grossman combina grandes panoramas históricos y bélicos (la batalla de Stalingrado, la organización de los campos, las reflexiones sobre el fascismo y el estalinismo) con las vivencias profundamente personales y los dilemas morales de sus personajes. Por ejemplo, se pasa de la descripción estratégica de la ofensiva de Stalingrado a los pensamientos angustiados de Liudmila por su hijo Tolia, o de las reflexiones filosóficas de Mostovskói en el campo a los detalles brutales de la vida en el gueto a través de la carta de Anna Semiónovna.
No hay una única línea temporal lineal dominante para todos los personajes, aunque la progresión general sigue el curso de la guerra, especialmente los acontecimientos alrededor de la batalla de Stalingrado (1942-1943). Dentro de las historias de los personajes, se utilizan flashbacks implícitos o recuerdos para contextualizar sus vidas pasadas y sus motivaciones (por ejemplo, los recuerdos de Krímov sobre su relación con Zhenia, o los de David sobre su vida antes de la guerra). La estructura no busca una resolución simple o un clímax único tradicional, sino más bien una acumulación de experiencias y reflexiones que construyen una visión del mundo y de la condición humana. La tensión narrativa se mantiene a través de múltiples focos: la supervivencia física en condiciones extremas (campos, frente), los conflictos ideológicos y morales (Mostovskói, Shtrum, Ikónnikov), las relaciones personales y las luchas internas de los personajes.
Se observan ciertas simetrías y paralelismos estructurales. Por ejemplo, la descripción de la deshumanización en los campos de concentración nazis encuentra ecos en las descripciones de los campos de trabajo soviéticos (a través de Abarchuk) y en la opresión burocrática y el miedo generalizado en la sociedad soviética. La lucha por la libertad y la dignidad humana es un tema que resuena en casi todas las líneas argumentales, creando una unidad temática a pesar de la diversidad de escenarios y personajes. La inserción de la carta de Anna Semiónovna o los escritos de Ikónnikov funciona como interludios que profundizan en temas clave y ofrecen perspectivas directas y conmovedoras, rompiendo momentáneamente la narración en tercera persona.
La evolución de la tensión narrativa no sigue un patrón ascendente único, sino que fluctúa con cada línea argumental. Hay picos de tensión durante las escenas de combate en Stalingrado, los interrogatorios en la Lubianka, o la selección para las cámaras de gas. Sin embargo, estos momentos se intercalan con pasajes de reflexión, conversaciones filosóficas o descripciones de la vida cotidiana, lo que crea un ritmo complejo y realista. La estructura general parece diseñada para mostrar cómo los grandes acontecimientos históricos impactan y son vividos por individuos concretos, y cómo, a su vez, las acciones y decisiones individuales (o la falta de ellas) contribuyen al curso de la historia. La novela, en su estructura, parece rechazar una visión simplista de la historia, optando por una representación multifacética y a menudo ambigua de la realidad.
5. Escenas memorables o significativas
1. La llegada al campo de concentración y la pérdida de la individualidad: El inicio del libro establece el tono y uno de los temas centrales. «De la niebla emergió el recinto del campo: filas de alambradas tendidas entre postes de hormigón armado. Los barracones alineados formaban calles largas y rectilíneas. Aquella uniformidad expresaba el carácter inhumano del campo... La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia».
2. La conversación entre Mostovskói y Liss sobre la naturaleza del totalitarismo: Un momento de confrontación ideológica donde Liss expone la terrible afinidad entre nazismo y estalinismo. «Cuando nos miramos el uno al otro, no sólo vemos un rostro que odiamos, contemplamos un espejo. Ésa es la tragedia de nuestra época. ¿Acaso no se reconocen a ustedes mismos, su voluntad, en nosotros?»
3. El incendio de los depósitos de petróleo en Stalingrado: Una descripción apocalíptica que simboliza la destrucción y la fuerza primordial desatada por la guerra. «La vida que reinaba sobre la Tierra cientos de millones de años antes, la burda y terrible vida de los monstruos primitivos, se había liberado de las remotas fosas sepulcrales y rugía de nuevo, pisoteando todo a su paso con sus enormes patas, lanzando alaridos, fagocitando con avidez todo a su alrededor».
4. La carta de Anna Semiónovna, madre de Shtrum, desde el gueto: El relato en primera persona del horror del Holocausto y la despedida de una madre. «Vitia, estoy segura de que mi carta te llegará, a pesar de que estoy detrás de la línea del frente y detrás de las alambradas del gueto judío. Yo no recibiré tu respuesta, puesto que ya no estaré en este mundo... Vive, vive, vive siempre... MAMÁ».
5. La llegada de Sofía Levinton y el niño David a la cámara de gas: La culminación de la deshumanización y el exterminio, narrada con una contención aterradora. «Sofía Ósipovna apretó de nuevo contra sí la espalda del niño... “Soy madre”, pensó. Ése fue su último pensamiento. Pero en su corazón todavía había vida: se comprimía, sufría, se compadecía de vosotros, tanto de los vivos como de los muertos. Sofía Ósipovna sintió náuseas. Presionó a David contra sí, ahora un muñeco, y murió, también muñeca».
6. La negativa de Ikónnikov a trabajar en la construcción del campo de exterminio y el beso de Guardi: Un acto de resistencia moral individual frente al mal absoluto. «¡Yo soy libre! Soy yo el que está construyendo un Vernichtungslager, yo el que responde ante la gente que morirá en las cámaras de gas. Yo puedo decir: “¡No!”... Pero Guardi no amonestó a Ikónnikov: se llevó a los labios la mano sucia de Ikónnikov y la besó».
7. La llamada telefónica de Stalin a Shtrum: Un momento que cambia drásticamente la fortuna de Shtrum, ilustrando el poder absoluto y arbitrario del dictador. «Una voz extraordinariamente parecida a la que el 3 de julio de 1941... había proclamado: “Camaradas, hermanos y hermanas, amigos míos...”, ahora, se dirigía a un solo hombre...: —Buenos días, camarada Shtrum».
8. El acto de bondad de la mujer rusa hacia el prisionero alemán: En medio de la brutalidad de la rendición alemana en Stalingrado, un gesto inesperado de humanidad. «La mujer ya no veía nada, salvo la cara del alemán que se cubría la boca con el pañuelo... buscando a tientas en el bolsillo de su chaquetón un pedazo de pan que el día antes le había dado un soldado ruso, se lo tendió al alemán y dijo: —Ten, come».
6. Citas destacadas
1. «La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia». Refleja la crítica fundamental al totalitarismo y su efecto deshumanizador, presente tanto en el nazismo como en el estalinismo.
2. «El nacionalsocialismo había creado un nuevo tipo de prisioneros políticos: los criminales que no habían cometido ningún crimen». Sintetiza la naturaleza arbitraria y preventiva de la represión en los regímenes totalitarios.
3. «A Mijaíl Sídorovich se le antojaba particularmente siniestro que el nacionalsocialismo no hubiera llegado al campo con monóculo... En los campos, el nacionalsocialismo campaba a sus anchas pero no vivía aislado del pueblo llano: gustaba de sus burlas y sus bromas desataban las risas; era plebeyo y se comportaba de modo campechano». Destaca la peligrosa capacidad del totalitarismo para conectar con aspectos populares y no presentarse como una élite distante.
4. «Yo no creo en el bien, creo en la bondad». (Ikónnikov) Encapsula la distinción filosófica central del personaje entre el "bien" ideológico, a menudo abstracto y cruel, y la "bondad" humana, concreta y compasiva.
5. «Nada es más duro que ser hijastro del tiempo. No hay destino más duro que sentir que uno no pertenece a su tiempo». (Reflexión de Krímov) Expresa la alienación del individuo frente a los cambios históricos y políticos que lo superan o lo marginan.
6. «En la comprensión de esta transición [del “nosotros” al “yo” en combate] es donde reside lo que a menudo permite hablar de la guerra como un arte». Una reflexión sobre la psicología del combate y la sutil dinámica que decide victorias y derrotas.
7. «La amistad es un espejo en el que el hombre se contempla a sí mismo». Una definición concisa y profunda de la amistad, explorada a través de diversas relaciones en la novela.
8. «Cuando nos miramos el uno al otro, no sólo vemos un rostro que odiamos, contemplamos un espejo. Ésa es la tragedia de nuestra época». (Liss a Mostovskói) Una afirmación provocadora y central sobre la siniestra similitud entre los sistemas totalitarios nazi y soviético.
9. «La historia del hombre no es la batalla del bien que intenta superar al mal. La historia del hombre es la batalla del gran mal que trata de aplastar la semilla de la humanidad. Pero si ni siquiera ahora lo humano ha sido aniquilado en el hombre, entonces el mal nunca vencerá». (De los papeles de Ikónnikov) Una visión pesimista pero finalmente esperanzadora sobre la lucha entre la inhumanidad y la indestructible esencia humana.
10. «La libertad consiste en el carácter irrepetible, único del alma de cada vida particular». Una definición de la libertad que la vincula intrínsecamente a la individualidad, amenazada por los sistemas totalitarios.
11. «El hambre, como el agua, está ligada de una manera continua y natural a la vida. Como el agua, tiene el poder de destruir el cuerpo, arruinar y mutilar el alma, aniquilar millones de vidas». Una poderosa metáfora sobre el impacto devastador del hambre, utilizada como arma por los Estados.
12. «El destino conduce al hombre, pero el hombre lo sigue porque quiere y es libre de no querer seguirlo». Una reflexión sobre el libre albedrío y la responsabilidad individual incluso bajo la presión de fuerzas aparentemente incontrolables.
13. «La verdad es sólo una. No hay dos verdades. Sin verdad, o bien con fragmentos, con una pequeña parte de la verdad, con una verdad cortada y podada, es difícil vivir. Una verdad parcial no es una verdad». Subraya la importancia de la verdad completa frente a las manipulaciones ideológicas y la autocensura.
14. «La conciencia nacional es una fuerza potente y maravillosa en tiempos de adversidad... Pero despertada en tiempos de desgracia, la conciencia nacional puede desarrollarse de formas diversas». Advierte sobre la ambivalencia del nacionalismo, que puede ser fuente de resistencia pero también de opresión.
15. «El Estado eleva a un hombre y luego lo deja caer al abismo, como si nada». (Pensamiento de Shtrum) Describe la arbitrariedad y la omnipotencia del Estado totalitario sobre la vida de los individuos.
16. «En el mundo no hay nada más sólido [que un caparazón hecho de miedos acumulados]». (Bogoleyev) Una metáfora sombría sobre cómo el miedo moldea y protege (paradójicamente) al individuo en un entorno represivo.
17. «El hombre condenado a la esclavitud se convierte en esclavo por destino, pero no por naturaleza. La aspiración innata del hombre a la libertad es invencible; puede ser aplastada pero no aniquilada». Una afirmación central de la novela sobre la resiliencia del espíritu humano y la naturaleza indestructible del deseo de libertad.
18. «¿Qué nos han enseñado Goethe, Bach? ¡Están matando a recién nacidos!». (Shtrum) Cuestiona el valor de la alta cultura frente a la barbarie, un dilema recurrente para los intelectuales en la novela.
19. «Todo lo que sirve a los grandes objetivos del Estado corre a la velocidad de un tren expreso. La fuerza de la burocracia contiene dos tendencias opuestas: es capaz de detener cualquier movimiento o acelerarlo de manera insólita». (Pensamiento de Shtrum) Una aguda observación sobre la naturaleza dual de la burocracia en un sistema totalitario, capaz de una ineficacia paralizante o una eficiencia aterradora según los intereses del Estado.
20. «Para mí eres como un hermano aunque sólo seas un minero». (El vigilante Andréyev citando a su antiguo jefe, el dueño de las minas Voskresenski) Una frase que, en su aparente ingenuidad, revela las complejas y a menudo contradictorias relaciones de clase y humanidad que persisten incluso en recuerdos idealizados del pasado prerrevolucionario.
7. Temas y subtemas tratados
El totalitarismo y la libertad: Este es, quizás, el tema más central y omnipresente en Vida y destino. Grossman explora la naturaleza de los regímenes totalitarios, tanto el nazi como el soviético estalinista, mostrando sus similitudes en la supresión de la libertad individual, el uso del terror estatal, la manipulación ideológica y la deshumanización. El campo de concentración alemán y el campo de trabajo soviético (Gulag) se presentan como manifestaciones extremas de esta opresión. Personajes como Mostovskói y Liss debaten explícitamente sobre estas afinidades: «Cuando nos miramos el uno al otro, no sólo vemos un rostro que odiamos, contemplamos un espejo». La lucha por la libertad no es solo física (escapar, resistir) sino, fundamentalmente, una lucha interna por mantener la dignidad, la conciencia y la capacidad de pensamiento crítico. La novela afirma la invencibilidad del deseo innato de libertad en el ser humano: «El hombre condenado a la esclavitud se convierte en esclavo por destino, pero no por naturaleza».
La guerra y la condición humana: La Segunda Guerra Mundial, y en particular la batalla de Stalingrado, sirve como telón de fondo y crisol donde se revelan los extremos de la condición humana. Grossman describe la brutalidad del combate, el sufrimiento de soldados y civiles, el heroísmo, la cobardía, la camaradería y la crueldad. La guerra despoja a los individuos de sus roles sociales habituales y los enfrenta a situaciones límite. La casa 6/1 en Stalingrado se convierte en un microcosmos donde se exploran estas dinámicas. La guerra también actúa como un catalizador para la reflexión sobre la vida, la muerte y el sentido de la existencia. Se muestra cómo la guerra afecta no solo el cuerpo sino también el alma, transformando las percepciones y los valores: «El silencio tenía voz propia, había hecho nacer una infinidad de sonidos que parecían nuevos y extraños».
El bien y la bondad: A través de personajes como Ikónnikov-Morzh y las reflexiones del narrador, la novela distingue entre el «bien» ideológico, a menudo abstracto, dogmático y justificador de la violencia («No sólo los hombres, también Dios es impotente para reducir el mal sobre la Tierra... Ese es el terrible destino... de la más humana de las doctrinas de la humanidad; ésta no ha escapado a la suerte común y también se ha descompuesto en una serie de moléculas de pequeños “bienes” particulares»), y la «bondad» cotidiana, instintiva, una compasión humana directa y sin sentido aparente. Esta «bondad sin sentido» se presenta como una fuerza indestructible, lo más humano del hombre, que persiste incluso en medio del horror: «En la impotencia de la bondad, en la bondad sin sentido, está el secreto de su inmortalidad. Nunca podrá ser vencida».
El antisemitismo y el Holocausto: Grossman dedica una parte significativa de la novela a denunciar el antisemitismo y a testimoniar el horror del Holocausto. La carta de Anna Semiónovna, madre de Shtrum, es un documento literario de extraordinario poder que narra desde dentro la persecución, la vida en el gueto y el camino hacia la cámara de gas. El autor también incluye reflexiones explícitas sobre las raíces y manifestaciones del antisemitismo, viéndolo como un «medio», un «espejo donde se reflejan los defectos de los individuos, de las estructuras sociales y de los sistemas estatales». La descripción del proceso de exterminio en el campo es detallada y brutal, buscando no solo conmover sino también hacer comprender la escala industrial de la aniquilación.
La familia y las relaciones personales: En medio del caos histórico, las relaciones familiares y personales adquieren una importancia crucial. Se exploran los lazos entre madres e hijos (Liudmila y Tolia, Anna Semiónovna y Víktor, Sofía Levinton y David), las relaciones conyugales (los Shtrum, los Guétmanov, Yevguenia con Krímov y Nóvikov), las amistades (Mostovskói y Yershov, Shtrum y Sokolov). Estas relaciones son complejas, llenas de amor, tensión, incomprensión y sacrificio. La guerra y la represión ponen a prueba estos vínculos, a veces fortaleciéndolos, otras destruyéndolos. La nostalgia por la normalidad de la vida familiar es un sentimiento recurrente.
La ciencia y la responsabilidad moral: A través del personaje de Víktor Shtrum, la novela explora el mundo de la física nuclear y plantea cuestiones sobre el papel de la ciencia y la responsabilidad moral de los científicos. El trabajo de Shtrum es de vanguardia, pero se desarrolla en un contexto donde el Estado busca instrumentalizar la ciencia para sus propios fines. La llamada de Stalin y la posterior presión para que Shtrum firme una carta difamatoria le enfrentan a un dilema ético fundamental. Se debate si la búsqueda de la verdad científica puede o debe separarse de sus implicaciones morales y políticas: «¿Qué nos han enseñado Goethe, Bach? ¡Están matando a recién nacidos!».
La burocracia y la deshumanización: La novela critica ferozmente la burocracia, tanto en el sistema nazi como en el soviético. Se muestra cómo las estructuras administrativas impersonales, las órdenes absurdas y la lógica del «formulario» pueden tener consecuencias devastadoras para la vida de los individuos. La lucha de Yevguenia por el permiso de residencia o las reflexiones de Darenski sobre la ineficiencia y crueldad burocrática en el frente son ejemplos de este tema. La burocracia contribuye a la deshumanización al reducir a las personas a números o categorías.
La memoria y el destino: El título mismo, Vida y destino, apunta a la tensión entre la experiencia vivida, la libertad individual (vida) y las grandes fuerzas históricas o ideológicas que parecen determinar el curso de los acontecimientos (destino). Los personajes constantemente reflexionan sobre su pasado, intentan comprender su presente y se enfrentan a un futuro incierto. La memoria individual y colectiva es crucial para mantener la identidad y la humanidad frente a los intentos de borrarla por parte de los regímenes totalitarios.
8. Símbolos, metáforas o elementos recurrentes
El campo de concentración/exterminio como ciudad organizada: Grossman describe los campos (tanto el alemán donde está Mostovskói como el de exterminio donde muere Sofía Levinton) no como lugares caóticos, sino como entidades altamente organizadas, con sus propias calles, jerarquías, economía e incluso una siniestra "vida cotidiana". «Los campos se convirtieron en las ciudades de la Nueva Europa. Crecían y se extendían con su propia topografía, sus calles, plazas, hospitales, mercadillos, crematorios y estadios». Esta metáfora subraya la racionalidad perversa y la escala industrial del terror totalitario, mostrando que el mal no es solo barbarie irracional, sino también una planificación metódica y burocrática.
La casa 6/1 en Stalingrado: Esta casa sitiada, defendida por un puñado de soldados bajo el mando de Grékov, se convierte en un símbolo de la resistencia numantina y del espíritu indomable. Representa un microcosmos de la batalla de Stalingrado y, por extensión, de la lucha por la libertad en condiciones extremas. En ella se forjan lazos de camaradería, pero también surgen tensiones y se revelan las complejidades de la naturaleza humana bajo presión. Su eventual destrucción simboliza el alto coste de la guerra y la fragilidad de estos focos de resistencia.
La carta de Anna Semiónovna (madre de Shtrum): Este documento dentro de la novela funciona como un poderoso símbolo testimonial. Es la voz directa de una víctima del Holocausto, que rompe la narración en tercera persona para ofrecer una perspectiva íntima y devastadora. La carta simboliza la memoria individual frente al olvido colectivo, la persistencia del amor maternal en medio del horror, y la necesidad de dar testimonio. Su viaje físico hasta Shtrum y el impacto que tiene en él representan la conexión ineludible con el sufrimiento y la verdad histórica.
La nieve y el invierno ruso: La nieve aparece recurrentemente, especialmente en los contextos de Stalingrado y los campos. Simboliza múltiples cosas: la dureza del entorno, la purificación (cubriendo las ruinas y los cadáveres), el aislamiento, la muerte (el frío que congela), pero también la esperanza de un nuevo comienzo (la primavera que seguirá al invierno). La descripción de la nieve cayendo sobre Stalingrado tras la rendición alemana tiene una cualidad lírica y melancólica: «La nieve había caído sobre los caminos... y sobre aquel millón de kilómetros de esos senderos nevados no había ni rastro de huellas frescas».
El concepto de «destino» (sudbá): El propio título lo indica como un elemento central. El destino se manifiesta como las grandes fuerzas históricas (la guerra, las ideologías totalitarias) que arrastran a los individuos. Sin embargo, la novela también explora la "vida" (zhizn), la capacidad individual de elección, resistencia moral y amor, que se opone o interactúa con ese destino aparentemente inexorable. La tensión entre vida y destino es un motor narrativo y filosófico constante.
El violín de Rubínchik / La música en general: La música aparece en momentos significativos como un bálsamo o un catalizador emocional. El violín del peluquero Rubínchik en el refugio de Rodímtsev, tras una noche de combate, evoca en Krímov profundas reflexiones sobre el tiempo y la soledad: «¿Por qué la voz fina, trémula del violín que cantaba una cancioncita sin pretensiones... expresaba en ese momento con mayor intensidad que Bach o Mozart toda la inmensa profundidad del alma humana?». La orquesta en el campo de exterminio tocando antes de la selección para las cámaras de gas es otro ejemplo de cómo la música puede ser pervertida o, paradójicamente, intensificar la tragedia humana.
Los ojos: Grossman presta mucha atención a la descripción de los ojos de los personajes, que a menudo revelan su estado interior, su bondad, crueldad, miedo o esperanza. Los «ojos de vaca» de Ikónnikov, los «ojos de hielo» de Guétmanov, los «ojos ardientes e inmensos» de Rebekka Bujman en la cámara de gas, o los «ojos de pez vidriosos» de los muertos. Los ojos son ventanas al alma, incluso cuando el cuerpo está sometido o destruido.
El pan y el hambre: El pan es un símbolo recurrente de la vida, la necesidad básica y la humanidad. La obsesión por la comida en los campos y en la retaguardia, el acto de compartir un mendrugo de pan, o la negación del pan, se convierten en metáforas de la lucha por la supervivencia y de la solidaridad o la crueldad. La escena de la mujer rusa dando su pan al prisionero alemán es un poderoso ejemplo de la bondad que trasciende el odio.