Kafka, prisionero de su padre: las cartas que revelan al genio atormentado

Una conferencia recientemente publicada en el canal de la Fundación March desvela la tormentosa relación con su progenitor que moldeó la obra del escritor y cómo canalizó sus miedos a través de la literatura

Kafka, prisionero de su padre: las cartas que revelan al genio atormentado

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Franz Kafka, uno de los autores más enigmáticos y fascinantes de la literatura universal, estuvo marcado desde su infancia por un profundo sentimiento de opresión, especialmente por la figura dominante de su padre. Una conferencia de la Fundación March, recientemente publicada en su canal de YouTube, nos sumerge en el universo íntimo del escritor checo, revelando cómo ese sentimiento de estar «atrapado con cadenas invisibles» determinó no solo su existencia, sino también su extraordinaria obra literaria.

Nacido en Praga en 1883, en el seno de una familia judía de habla alemana, el pequeño Franz creció bajo la sombra abrumadora de Hermann Kafka, un hombre corpulento, autoritario y despótico que, según confesaría años después el escritor, le provocaba un terror que nunca logró superar. «Solo puedes tratar a un niño según te han hecho a ti mismo, con dureza, gritos y cólera», le escribiría Kafka a su padre en la célebre Carta al padre de 1919, donde intentó responder a la pregunta que supuestamente le habría hecho Hermann: «¿Por qué me tienes miedo?».

En esta misiva, nunca entregada, Kafka describió episodios traumáticos como cuando su padre lo sacó de la cama y lo dejó solo en la galería por pedir agua repetidamente: «Seguramente, aquello me hizo más obediente, pero abrió una herida en mi interior». El escritor definiría a su progenitor como «un tirano gritón y faltón, incapaz de comprender a los demás» y señalaría: «En ti observé lo que tienen de enigmático los tiranos, cuya razón se basa siempre en su persona y no en el pensamiento».

La escritura se convirtió para Kafka en la única vía de escape, en su modo de liberación. «Escribir fue la manera de ayudarse a sí mismo a vivir», se explica en la conferencia, impartida por el crítico Luis Fernando Moreno Claros. Esta necesidad vital quedó plasmada en un momento crucial: la noche del 22 al 23 de septiembre de 1912, cuando escribió de un tirón el relato «La condena», considerado por los expertos como el nacimiento del verdadero Kafka escritor. En su diario anotó la experiencia con palabras reveladoras: «Qué terrible fue la tensión y qué grande la alegría de ver cómo la historia iba desarrollándose delante de mí... Solo así es posible escribir, solo con esa cohesión, con una total apertura del cuerpo y del alma».

Este relato, curiosamente, está dedicado a Felice Bauer, una joven con quien Kafka mantuvo una intensa relación epistolar tras conocerla brevemente en casa de su amigo Max Brod. Le escribió más de 500 cartas entre 1912 y 1913, en las que se revelaba tal como era: «Si no escribo, yazgo por los suelos, como algo que merece ser barrido. Así que mi manera de vivir está organizada solo en función de escribir», le confesaba. En otra carta le decía: «Es posible que mi escritura no sea nada, pero en ese caso es seguro, y no cabe la menor duda, de que yo mismo no soy nada en absoluto».

A pesar de su talento indudable, Kafka se consideraba un fracasado y vivía atormentado por sus inseguridades. Trabajó durante 14 años como asesor jurídico en una compañía de seguros, donde fue un empleado ejemplar, pero siempre sintió este trabajo como una imposición que le robaba tiempo para su verdadera pasión. Ni siquiera la publicación en 1913 de su primer libro, Contemplación, o la buena acogida de «La condena» lograron disipar sus dudas sobre su valía como escritor.

El miedo a ser juzgado y condenado, que experimentó desde niño, se convertiría en una constante de su obra. Su manera de entender el matrimonio queda perfectamente reflejada en una carta a Felice de la Nochevieja de 1912, donde fantasea con estar atados el uno al otro por las muñecas: «Es posible, sin que yo lo haya leído u oído en algún sitio, que alguna vez una pareja de novios fuera conducida de ese modo al patíbulo». Esta imagen macabra del matrimonio como una condena anticipa las complicaciones de su relación con Felice, que, como anunció el conferenciante, se abordarán en una próxima charla.

La conferencia de la Fundación March nos deja así ante un retrato íntimo de Kafka, permitiéndonos comprender mejor al hombre detrás de obras maestras como El proceso o La metamorfosis. Un ser frágil y atormentado que, paradójicamente, logró transformar su sufrimiento en algunas de las creaciones literarias más poderosas e influyentes del siglo XX, confirmando aquello que escribió a su amigo Oscar Pollack: «Un libro ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros».