Byung-Chul Han: «La felicidad entra por las manos, no por los dedos del smartphone»

Con motivo del Premio Princesa de Asturias 2025, recuperamos una clase magistral que impartió en la Universidad de Corea

Byung-Chul Han: «La felicidad entra por las manos, no por los dedos del smartphone»

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«La felicidad entra por las manos». Con esta contundente afirmación, el filósofo Byung-Chul Han lanzó una de sus reflexiones más reveladoras durante su conferencia en la Universidad de Corea, donde regresó tras 40 años desde que abandonara sus estudios de ingeniería metalúrgica para dedicarse a la filosofía. En un mundo cada vez más digitalizado, Han establece una distinción crucial entre alegría y felicidad: mientras la primera es de naturaleza mental, la segunda es profundamente corporal y requiere contacto físico con el mundo.

«El mundo digital nos está robando la capacidad de ser felices», advierte Han. Según el filósofo, la felicidad se encuentra en actividades que implican el uso pleno de las manos —como tocar el piano o trabajar en un jardín— y no en el simple deslizamiento de dedos sobre la pantalla de un smartphone. Esta diferencia aparentemente sutil esconde una profunda transformación en nuestra forma de relacionarnos con la realidad. «Cuando trabajo en el jardín, cuando toco mis dos pianos de cola, que en alemán se llaman 'alas', siento que vuelo, siento felicidad. Pero esto no ocurre cuando uso el smartphone, que elimina toda resistencia y alteridad».

El problema fundamental, según Han, es que los medios digitales han eliminado la negatividad necesaria para la felicidad. Esta negatividad no es algo perjudicial, sino la resistencia natural que ofrece el mundo real —la tierra que se resiste a la pala, la partitura que desafía nuestras habilidades— frente a la complaciente suavidad de las pantallas táctiles que solo buscan nuestro "me gusta". «Una persona que solo ve 'me gusta, me gusta, me gusta' puede estar cómoda, pero no feliz», explica. Han advierte que este fenómeno tiene consecuencias graves: «Cuando eliminamos la resistencia del otro, terminamos cayendo en la depresión. Estamos conectados a todo, pero sin contacto real con nada».

El filósofo identifica la información como el nuevo opio del pueblo. A diferencia del conocimiento, que requiere tiempo y maduración, la información es instantánea, efímera y no proporciona orientación vital. «La sociedad de la información es una sociedad del nihilismo. Todo es efímero, no hay verdad, solo información que aparece y desaparece», señala. Esta avalancha informativa destruye nuestra capacidad de concentración y contemplación —prerequisitos para la felicidad— y fragmenta nuestra percepción hasta convertirla en una sucesión de estímulos desconectados.

La digitalización también está alterando nuestra relación con los demás. Han denuncia que «el smartphone convierte al otro en un objeto de consumo, no en un sujeto de interacción». Esta cosificación elimina la alteridad necesaria para constituirnos como individuos, ya que «solo puedo ser yo mismo frente a un tú que me resiste». Las redes sociales, lejos de conectarnos, nos sumergen en burbujas donde solo encontramos reflejos de nosotros mismos. «Tenemos muchas conexiones pero ningún contacto real», lamenta el filósofo, quien recuerda que la hormona oxitocina, vinculada a la felicidad, se libera precisamente con el contacto físico.

Pero Han no se queda en la crítica. Propone una resistencia activa que comience en la educación, especialmente desde la primera infancia. «Hay que enseñar a los niños a experimentar la presencia, a permanecer en un lugar, a contemplar». El filósofo celebra que en Alemania exista cierta resistencia a la digitalización, con escuelas donde se fomenta la filosofía y donde algunos estudiantes rechazan usar smartphones. «La educación debe cambiarse desde el jardín de infancia, incluyendo tiempo para cuidar jardines, cantar, tocar instrumentos... experiencias analógicas», propone, convencido de que solo así podremos escapar de convertirnos en «ganado de consumo» en un mundo donde la información ha desplazado a la verdad.